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Ficha técnica

Título: El castillo de Otranto

Autor: Horace Walpole

Género: Novela gótica / Terror / Fantasía

Editorial: Alianza

Idioma original: Inglés

Traducción al español: María Engracia Pujals Gesalí

Páginas: 200

El castillo de Otranto, de Horace Walpole, es la primera novela gótica en la historia de las letras. A partir de su publicación, en 1764, la literatura gótica tuvo su nacimiento y desarrollo, pues el impacto de la obra fue tan fuerte que su estilo (entre fantasía, romance y terror) influenció a otros grandes escritores como Bram Stoker, Mary Shelley, Edgar Allan Poe y Ann Radcliffe, por mencionar algunos, quienes realizarían novelas similares a la de Walpole, haciendo del fin del siglo XVIII y el inicio del XIX, la época gótica de la literatura que tanto amamos.

Sinopsis

En esta novela, Horace Walpole narra la historia Manfredo, cruel príncipe de Otranto, quien habita un lúgubre castillo medieval en compañía de su abnegada esposa Hipólita, y sus hijos, el enfermizo Conrado y la virtuosa Matilde. No obstante, sobre el principado de Manfredo pesa una antigua y terrible profecía: “Que el castillo y gobierno de Otranto dejarán de pertenecer a su familia el día que el dueño legítimo crezca suficientemente”.

Para mala suerte de Manfredo, su hijo Conrado es un debilucho incapaz de contraer nupcias y engendrar un heredero, a pesar de que su padre logra comprometerlo con la hermosa princesa, Isabela. Siendo tal el punto de partida de la obra, no es de extrañar que Manfredo pierda la templanza cuando encuentra a Conrado, el día en que finalmente va a casarse con Isabela, hecho pedazos por un yelmo gigante caído del cielo.

Estructura de la obra

El castillo de Otranto se divide en cinco capítulos relatados en pasado simple por un sujeto que asegura haber encontrado la obra en una vieja biblioteca. Esto último fue un truco de Walpole para proyectar su libro como una verídica historia medieval, a pesar de que es una invención 100% suya, escrita cuando el medievo ya era una época del pasado. Cabe mencionar que, para reforzar la ilusión que buscaba, Walpole se valió de un inglés antiguo, como era usado en el tiempo de las cruzadas, lo cual acabó por generar un efecto estético que ha sido el deleite de generaciones de lectores desde entonces.   

Opinión personal

El castillo de Otranto es una novela exquisita, muestra de un enorme refinamiento estilístico, que conjunta magistralmente las fantasías del alto medievo con el romanticismo literario del siglo XVIII, haciendo al lector experimentar asombro y horror ante lo sobrenatural, así como intensos sentimientos de amor y piedad.

Público recomendado

Si te gustan las historias de fantasmas, locura y muerte, donde la virtud se debate contra la malevolencia, sea en torno al afecto de una doncella o por el salvamento del alma, entonces El castillo de Otranto es una novela que disfrutarás leer.   

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Frases de El castillo de Otranto

“El horror de aquel espectáculo, la ignorancia de las circunstancias sobre cómo había acaecido la desgracia y, ante todo, el tremendo fenómeno que tenía ante él, dejaron al príncipe sin habla”. Horace Walpole. Click To Tweet “Vuestro propósito es tan odioso como despreciable vuestra ira. Volved por donde habéis venido o pronto sabremos qué ira es más terrible”. Horace Walpole. Click To Tweet “¡Cómo! ¿Creéis acaso, encantadora doncella, que aceptaré salvar mi vida atrayendo calamidades sobre la vuestra? Antes soportaría mil muertes”. Horace Walpole. Click To Tweet “Así pues, refrenó las inclinaciones de su corazón, y no se permitió concesiones a la piedad. El siguiente sentimiento que se apoderó de su alma fue una exquisita maldad”. Horace Walpole. Click To Tweet “Sois un hombre prudente, y aunque el ardor de mi temperamento me traicione con algunas expresiones impropias, honro vuestra virtud y deseo deberos la tranquilidad de mi vida y la conservación de mi familia”. Horace Walpole. Click To Tweet

“Un terrible silencio reinaba en aquellas regiones subterráneas, salvo, de vez en cuando, algunas corrientes de aire que golpeaban las puertas que ella había franqueado, y cuyos goznes, al rechinar, proyectaban su eco por aquel largo laberinto de oscuridad”. Horace Walpole.

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